Paisaje, Serendipia


.E N S A Y O.

El viento recorre mi cabello, lo despeina, entra a través de la ventanilla totalmente abierta, se filtra en mis dedos. Disfruto del olor a tierra mojada, pino y flores silvestres. Los paisajes de la carretera México-Cuernavaca se han enterrado en mi corazón y jamás se irán de mi memoria. Son incalculables las veces que he recorrido ese mismo camino, lo increíble es que cada vez que me adentro en él, lo veo diferente, una nueva experiencia, siempre mágico, un lugar que da la sensación de ser inmarcesible, pareciera que es imposible que pierda vida.
Cuando el destino te pone frente a un paisaje, debes asumirlo como una serendipia, un hallazgo afortunado porque nunca fue planeado. Se debe exprimir el momento de estar ante tal maravilla, un regalo para los ojos y el alma.
Me entristece no conocer de pies a cabeza a mi hermoso Morelos, tuve la oportunidad de ayudar por el desastre del terremoto a una ranchería llamada El Higuerón, en Jojutla. Durante el viaje, en la carretera me quedé anonadada ante tal magnitud. Eran escenarios que podría jurar los habían sacado de un cuento infantil. Nubes tan voluminosas con luces y sombras por doquier, creando castillos y cualquier tipo de formas. El sol las atravesaba de manera tan sutil pero tan firme, chocando en el trigo tan dorado como él. Te decía con voz cálida “Ven, quédate y obsérvame hasta la eternidad”. Qué coraje no haber llevado la cámara.
Te sientes tan insignificante ante tal magnitud que te rodea. No deberíamos sentirnos ajenos al paisaje, pues somos parte de la naturaleza, sin embargo dada la urbanización, nos hemos convertido en seres artificiales. A diferencia del modo de ver a la naturaleza de las comunidades indígenas, al ser conscientes de que es nuestra fuente de vida, la miran con respeto. Coexisten con ella.
¿Cómo es que se retoma “el paisaje” como tema pictórico? Anteriormente la naturaleza, no era considerada digna de contemplar, porque representaba lo incontrolable, lo inhóspito, oscuridad, donde nadie debía adentrarse. Sin embargo las civilizaciones griegas y romanas, ya miraban con otros ojos la naturaleza que les rodeaba. En Roma se construye el concepto de paisaje, pero el cristianismo lo ocultó. En los escritos de San Agustín, se afirmaba que la naturaleza no debe ser admirada para encontrar la verdad y la belleza divina… Fue esta ortodoxia agustiniana la que impidió el desarrollo del paisaje en el arte.
Pero ya en el renacimiento se ve a la naturaleza como un elemento controlado y el ser humano empieza a disfrutar de ella, ya no la consideran un entorno peligroso. La gente salía de la ciudad  para  recrearse en la naturaleza. Por ello el término actual de “paisaje” se refiere a la naturaleza propiciando un disfrute tanto físico como psíquico. Es ahí cuando el paisaje se convierte en temática para la pintura, que tuvo sus primeros indicios en obras de Giotto o Lorenzzeti.
En lo personal, tres pinturas de paisaje que más me gustan de José María Velasco, son “El cerro de Santa Isabel”, “Cardón” y “Valle de México desde Tepeyac”. Hay algo en ellos que me hacen sentir nostálgica. Me remiten a lo que yo me imaginaba cuando Rutila, mi abuela materna me contaba sus historias de cómo era vivir en el cerro de Cuautepec cuando ella era niña, siempre rodeada de nopal y cardones. Me contó que cuando se casó con mi abuelo Vicente, tenían unos terrenos con magueyes los cuales mis tíos le ayudaban a tlachiquear para sacar aguamiel y preparar el pulque que mi abuela vendía. Que para divertirse se metían al rio, que ahora es más que una cloaca llena de basura. Son paisajes hermoso que me hacen sentir frustrada al ver cómo los hemos destruido. Cuando voy a visitar a mis tías que siguen viviendo en el cerro de Cuautepec, según las historias de mi abuela, no tiene nada que ver a lo que era antes, ahora hay demasiada gente, construcciones mal hechas, basura y contaminación (ambiental, visual, y auditiva), es un verdadero caos. Fue egoísta no habernos dado a los jóvenes la oportunidad de conocer el hermoso valle de México.

Desde el punto de vista del romanticismo, lo que le aporta a la naturaleza el carácter de paisaje es la proyección de los sentimientos de cada uno en ella. Esto hace que el concepto “paisaje” sea algo subjetivo, ya que depende exclusivamente de la persona que lo está observando y de lo que allí quiera ver y proyectar.
El ‘arte’ y el ‘paisaje’ son términos que no han existido desde siempre y que no están implícitos en todas las culturas ni períodos históricos. Ambos son términos universales e individuales porque cada uno construye significados desde su vida y experiencia. El arte, como el paisaje, está en la persona que lo está mirando, no directamente sobre la obra o sobre la naturaleza.
Representar lo que vemos es una necesidad intrínseca del ser humano, ya sea pintar o fotografiar el paisaje, es compartir a los demás lo que estás viendo, querer transmitir lo que significa para ti estar ante ese escenario o lo que te hizo sentir. Porque siempre mostrará el modo de ver del autor, guiando al espectador hacia dónde quiere que mire.
En la actualidad, es común ver representaciones de paisajes en todas partes, desde pinturas miniaturas en cucharas, hasta fotografías panorámicas de google maps.
Hacer una representación pictórica o digital, no creo que sea la mejor manera de “inmortalizar” el paisaje, lo mejor sería dejar de alterarlos con la urbanización y huella humana. Sin embargo, por más lamentable que parezca, siempre se agradece tener aunque sea una idea de cómo fue alguna vez lo que ha dejado de ser.

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